Uno de los mitos menos creibles que hay sobre los mexicanos es que somos muy pacientes. Visto desde una óptica histórica los estudiosos de la vida pata rajada sacan conclusiones de que para quejarnos aguantamos un resto y cuando ya no podemos más entonces las puertas del infierno cual Auguste Rodin plasmó se abren para darle rienda a lo que los mismos comentaristas llaman como el México bravo, bruto. Nada más lejos de la realidad, las últimas gráficas son una mentira sin par, somos más impacientes que la chingada y el sexenio de Vicente Fox lo demuestra. Al cuarto año de su mandato la gente ya lo daba por acabado y las esperanzas por el cambio se habían tornado en un caldo aguado que habría que digerir por los siguientes dos años. Una de mis mejores amigas que tengo en el DF, Asakhira, me espetó en una comida de medianoche que cuales cambios, que Fox defraudó.
Insisto, ha habido cambios en nuestro país y no sé qué, Asakhira, con los otros millones de mexicanos igual que ella, piensen, pero a mi me ha quedado muy claro, sí ha habido cambios pero la impaciencia mexicana no lo permite ver. Como todo, después se hablará bien del primer presidente de México que no es de padres mexicanos, el vasco sí hizo algo pero no todo lo que anunció, algo debimos de sospechar cuando dijo que arreglaría la problemática de Chiapas en 15 minutos. 2
Aunque confieso una cosa: Vicente Fox no es un estadista como tampoco supo trabajar y tomar por los cuernos el toro que los mexicanos le pusieron enfrente de sí el 2000. Vicente Fox no se caracterizó por trabajar con el congreso o el senado sino que muy al contrario los representantes de ambas cámaras y de su partido se aprovecharon de la confianza que los mexicanos les dieron a salvarguardar e hicieron de las leyes un botín económico para ellos y sus clientes, en lo particular, el peor ejemplo de este mexicanismo agandallador es Diego Fernandez de Cevallos que pido, si es que el infierno existe, que ahí se pudrá en las profundidades de los fondos de los infiernos de Dante. 1
Ahora, el pedo de Fox, al igual que su antecesor, parece más estar al servicio de ideologias, o por lo menos se refugían en ellas, para servir a su propios intereses y no la de los mexicanos, por ende, el grito de que le digas no al populismo resona a un viejo y arcaico comunismo que nada tiene que ver con la realidad presente la cual es el deseo general del mexicano: un bienestar para todos los mexicanos por el cual hemos estado esprando pacientemente desde que la Revolución Mexicana culminó.
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