12 de diciembre de 2003


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Curiosamente en Tijuana se sabe bien cuando son las 12 de la tarde, es nada más de mirar para arriba y fijarse si el sol esta en medio de la estratosfera. Son las doce nos impresionaban los viejitos y viejitas antes con sólo mirar para arriba y saber dar con la hora en estos tiempos Suizos de Swatch.

Aquí no, no es tan fácil.

Por ejemplo, las doce parecen unas 9 de la mañana, el Sol nunca se pone a eso del Post Meridiano, alude siempre a un Ante meridiano, pero como que nomas agarra viada de ladito, como un eterno crepúsculo matutino.

Ya me había percatado antes de ello, y me sorprendió cuando lo noté, no es como en Tijuana me dije y lo recuerdo porque el sol se asomó casi todo el día hoy.

Como ser humano y haber pasado 30 años en aquellas tierras que bien hacen en llamarse Californianas, mi cuerpo se ajusto bien y bonito a esos movimientos astrales, el sol era el sol y la luna era la luna.

Aquí no, hay demasiado que ver, dan mucho de que hablar. Si el sol no está afuera todo el día, está oculto tras bancos de nubes espesas que hacen verlo como nunca lo había visto antes: albo, como cuando las quemazones y el sol se puso rojo allá (Tijuana mind you) y la raza se quedaba asombrada, aquí lo mismo, a excepción que en el solsticio invernal el sol sale pero engaña, no calienta, sólo da luz, curioso pensé la primera vez que me atreví a salir con si tan sólo un suetercito, y percatarme del frillazo de a madres que hacía y aquel buey de adorno nomas, mientras tiritaba bien arrepentido. El sol es tópico callado entre el astro y uno, cambia de posición, es inquieto, si sale da alegría verle. Mientras que la espera es larga en veces, como en estos tiempos de oscuridad, de nubarrones, cuando sale, da en que pensar.

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