4 de mayo de 2006

Envidia

Cuando leo a gente 'importante' sus palabras adquieren un aura imposible de ignorar. Es arte.

Cuando después leo sus actos públicos después digo que qué bonito se ha de sentir estar en un público y que alguien diga tu nombre, tu oficio y tu 'fama' a los oidos de un microfono que sabes que funciona como un elevador de egos, un masajista de alteregos y un especialista de la manipulación. Saber manipular.

Qué terrible sorpresa me llevé un día en la universidad de Estocolmo, ya de ello un buen par de años atrás, mientrás cursaba mis estudios de filología inglesa: la profesara se admiraba del poder de un escritor del Romanticismo al que admiro yo también muy por encima de los demás Shelley. Decía, sabía manipular el idioma. Estupefacto no me quedó otra que ir a reclamarle qué cómo era posible que dijiese eso, yo, quién creía que lo que había leido no podía haber sido otra cosa más que letras escritas con las flamas de la pasión, de la emoción, yo, mi entrometido hispano que no sabe más que tropesarse en el mundo inglés. Ella sólo alcanzó a reirse al escuchar mi shock/reclamo/incomprensión ante la crueldad de sus palabras mientrás la realidad se hundía en mi cual piedra al fondo de mi ignorancia.

La moraleja es que los escritores manipulan las letras para que ellos terminen manipulados por el establishment que les dicta quienes son ellos.

Con dedicación a dos que tres blogueros de Tijuana que han vendido su alma a editoriales patito y a los cuales les echo en cara lo siguiente por envidia y porque sé que tengo la razón.


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