Javier Rodríguez Menedez deambulaba tránquilamente por los pasillos del pasaje de reliquias y joyerias y tiendas de a nickle. Ahí el tiempo y la vida co-existian como una sóla entidad. Los pensamientos y sus sentimientos se disfrutaban mutuamente que hasta podía jurar sabor dejaban en su paladar. Estaba deliciosamente feliz. Hasta que pasó por el pasillo de utensilios y lozas: sus ojos detectarón una colección de imitación porcelana. No lo pensó dos veces; 'comprar un pedazo de sueño no es cosa habitual' se escuchó retumbar por los timbanos de sus oidos entre sí.
No compró los platos; compró un deseo interno.
El diseño de los platos era oriental con paisajes pekineses e ideogramas chinos de un color azul con complejos ornomentos alrededor de las orillas de las escudillas. Le daba un toque de antigüedad como los que vio en esas fotos que veía en las revistas de Residencia, Buen Hogar y Alta Sociedad.
El quería ser rico.
Y como no podía serlo, de vez en cuando se daba el gusto de alimentar ese voraz apetito que sus sueños por una nobleza le daba. $4.99 no era mucho gasto, pensaba, con tal de sentirse feliz y de nobleza por unos cuantos minutos. Al contrario, bien los valian. Lo malo era que esos gastos eran como las bebidas alcohólicas, dejaban cruda. Al ver las ilusiones esas en su jacalito, todos veían como era que Javier renegaba de su condición económica y él, al ver los platos vacios que un día le causaron gusto, hoy le causan remordimientos de un caso que nunca sucedio.
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