10 de marzo de 2007

tiempo futuro

La cultura mexicana tiene mentalidad de rancho, es provinciana cree que todo México es un simple ranchito y si algo se le debe agradecer al PAN es que nunca rompió ese esquema príista cuya tesis es simple, hacer de México una nación. De hecho el mayor martirio mexicano dentro de la ideología de estado que se promulga como si el tiempo estuviere quieto es aquel que teme la fractura, la balcanización de la sociedad, tú eres tú y yo soy yo. Existe un miedo profundo de que la nación mexicana se deshaga desde sus mismas entrañas. El estado mexicano acapara ese miedo, lo atrae y con tal de no ver a los 31 estados disueltos en pequeñas comarcas que piensen por sí solas el estado mexicano negocia a lo oscurito las riendas del poder. Así sea con gente ligada al narco. En mi México el poder de la nación se vende al mejor postor. Así sea extranjero o bandido lo sagrado no es hacer de México un estado independiente. No hay que romper el tejido de las costumbres de las tradiciones. No se tolera ni un rasguño. Por eso el gobierno le interesa comprar servicios de inteligencia al extranjero porque en México los servicios de inteligencia no son fiables. Hay mucho poder de por medio, mucho. Por ende se es permisible protestar, porque protestar conlleva la unión y la unión acarrea solidaridad. Centralismo. México.

En México no existe la ideología think globally act locally. Y es que el mexicano piensa que 106 millones y otros 25 millones fuera del país son muy pocos. Por eso sorprende encontrarse con paisas en el extranjeros, nos vemos como hermanos perdidos, como si fuéramos una pequeña familia. México es un pueblo pequeño con un infierno inmenso.

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Esos escándalos de que la gente dice cosas sin saberlas siempre me han causado cierta sorna. Mas en mi cultura, la mexicana. México se cree culto pero para ser culto hay que estudiar y en una nación como la nuestra estudiar es un lujo de muy pocos. La gente en México estudia para formar las ligas de guardianes que cuidan las estructuras de la teocracia moderna mexicana. Dejar intacto a México, en su mayoría, que no avance, que siga sumergida en la miseria personal, intelectual. La clase intelectual de México sufre de un romanticismo anacrónico que es ya más bien un cáncer maligno. Nos tienen por los huevos. Añoramos una mejoría en nuestras vidas, cosas materiales, cosas mentales. Unos sacrificamos todo y vendemos nuestra ignorancia al mejor postor, con tal de lograr un pequeño avance decidimos ignorar la realidad que permea nuestras vidas, el acontecer del devenir.

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Toda nación funciona como la vida. Todo lo que se reprime resalta tarde que temprano, se manifiesta de una forma u otra. La labor del gobierno es aguardar, esperar hasta que estos fenómenos se manifiesten en nuestras vidas y tener un plan de contingencia, por lo regular un plan que incluye la represión, un mecanismo que aplaca las tendencias contrarias a las que el gobierno delinea.

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Al gobierno mexicano, o el poder que ostenta el gobierno, le conviene tener una actitud de superioridad ante el enemigo o como se le llama a la oposición. No hay que bajarse del caballo. Eso sería en el México contemporáneo seña de debilidad. De hecho, el cuerpo democrático que componen las instituciones de nuestro país ejercen sus funciones bajo este principio. Por ende, en el rodeo democrático de México cada quién le apuesta a su gallo. Este mal afecta las funciones de las instituciones ya que en vez de mirar más allá de los intereses propios, las miras están puestas a los resultados de las apuestas que el político mexicano hace cuando decide apoyar a candidatos y no propuestas políticas. En México no se apoyan ideas, se apoyan individuos. Por eso el PAN actúa todavía como si estuviere en campaña. Por eso el gobierno federal no ve más allá de sus narices. Y los que perdieron, en está mentalidad burda y sangrona que hace sorna de los muertos del ayer, tendrán que morderse un huevo.



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