4 de junio de 2006

José Ortega y Gasset: El Espectador 1

José Ortega y Gasset: El Espectador 1. Colección El Arquero, Primera ed. 1916; IV ed. 1975.

José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno son los unicos españoles que puedo decir que me han causado una especie de impacto. Por lo general, le tengo bastante resistencia a todo lo que tenga que ver con España, así sea el mismísimo Seneca hablando. Simplemente son una pinche bola de europeos que han contagiado al mundo con sus pésimas ideas de humanidad basada en las tradiciones del cristianismo y malhaya sea la hora que ocurrió, porque sé, por desgracia ajena, el puto idioma que los hace parlar sus pestes que tanto daño le han hecho a la conciencia de los mexicanos. Pero eso no quita que los lea y de seguro a de ser el mal sabor que me dejan en la lengua lo que hace que los recuerde.

Este tomo lo compré en una tienda de segunda en Estocolmo hace años atrás por 5 coronas suecas, lo rescaté de una suerte llena de polvo, olvido y muecas y caras de who the fuck is that y preguntas tales como ¿qué lengua es esa?

El sueco hispanófilo, como toda buena clase educada y conocedora de otras culturas, está envejeciendo y pereciendo a galopes lo que hace que tomos en español como el antes mencionado terminen en los estantes de las tiendas de segundas porque las nuevas generaciones de suecos, me parece, les interesa muy poco leer literatura en el idioma original. De hecho, el unico miembro de la Academia Sueca "que era uno de los que mejor dominaban el español y buen conocedor de su literatura", Knut Ahnlund, dimitió de la academia el año pasado dejando así un hueco en ese instituto que supuestamente cubre urbi et orbi.

Sostengo que hoy poy hoy no se da la clase de educación que las generaciones pasadas recibían en las aulas, o se les impartía ese amor a la literatura y las lenguas de toda europa amén de inculcar respeto a las letras y curiosidad por comprender al otro ser en su propio idioma. Lejos quedan los cultos que escribían sobre autores griegos y ponían citas en Griego o Latín respetando al lector haciéndolo uno de los suyos al no traducir las citas, te hacían parte de su circulo de intelectuales tomando a fe que sabes lo que el autor dice a priori.

Hoy en día, no hay abasto de autores por todo el mundo que se la pasan insultando al lector a diestra y siniestra con errores groseros no ya de ortografía o de intelectos que no procuran cultivar un vocabulario que sea digno para los temas que manejan sino que carecen de toda sensibilidad intelectual al decirle al lector, cual padre al niño, lo que son las cosas. En los libros, no existe la fraternidad entre lector y autor ya, por no mencionar la igualdad intelectual.

No señores y señoras, el autor moderno no le preocupa entablar una conversación entre iguales sino lo que le preocupa es obtener audiencia para los debrayes que los pocos sesos que tienen emiten cual, y aquí disculpas por la grosería, flatulencia que hiede a rayos.

Y es que Ortega y Gasset es todo un intelectual que llega no ya como hispano de viejo abolengo sino como lo que el señor es, un europeo ante todo que a la vez no deja de ser un español. Hace mucho que no sentía ese calor fraternal que un buen libro te da y mucho más tenía de no repasar por mis ojos una lectura tan amable y amena como la que Ortega y Gasset nos expone. Al inicio de la lectura lo primero que Don Ortega y Gasset nos hace es ponernos su brazo en los hombros para caminar el discurso presente y durante toda la travesía te hace ver sus puntos de vista sin jamás faltarte al respeto. Sigilosamente, Ortega y Gasset te hace su cómplice y prende las llamas de las emociones sin jamás llegar al descaro de la incivilidad. No es pues raro descubrir que el autor sea considerado el filósofo de la guerra civil de España.


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