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26 de agosto de 2005
Sketch II
Las mañanas parcialmente nubladas, de preferencia si estas están solo formando parte del horizonte y el cielo está más blanco que azul. Con vientos ligeros. Que se vea que las nubes esten en movimiento, con ese lento deslizamiento que da para pensar y el fresco ayuda a la cabeza. Por estos días es cuando la temperatura día tras días deja atrás la esperanza de un día caluroso, promete lo álgido al albor de cada día. Hace un tipo de frío que los suecos llaman como småttkylig, o sea, un frío medio mordelón pero no lo sufiente para ansear un sueter o una fogata por ahí, es sólo un aviso de lo inevitable. El agua se nota en el zacate, quizá ya para octubre, esperemos noviembre, esa misma agua será escarcha. Los árboles, cuyas hojas dan ya una variación tricolor en su ex-frondosidad, están empapados, si los sacudes las gotas se dejan venir en caida libre: terminan en la piel, la tez sufre cambios, los poros se abren, matices otros aumentan su color, se producen mil sensaciones, se enchina la carne y sacude los cinco sentidos. Los tenis se mojan al caminar, el aire está húmedo. Se siente en el aire que el agua está presente. Y el cielo, el cielo pinta azul ya. Me hace falta que tu mirada me acompañe al ver esto.
* * * Mås. Así le dicen a las gaviotas acá. Los chillidos le llegan a uno lejanos. Se escuchan como si fuera uno sólo por la playa. Aquí no hay playas, lagos sí, arena, y como la presencia inexplicable de la gaviota reciben mis oidos también el ir y venir de las olas del mar por medio del ramaje de los abedules cuando el viento los mece. Me acuerdo de ti, de tu piel, de tu color, sonrojada, cuando tu cara rosaba la mia al mirar juntos aquello que ambos compartimos. Lejano, las memorias van y vienen. Me toco los labios sin querer, un impulso por querer tocar el pasado. Extraño tu esencia en mi, como por las mañanas, como la brisa salada aquella, llenaba nuestro olfato. Ya intuía desde antes, desde que andabamos juntos de jóvenes, que lo primero que extrañaría de ti sería nuestra fragancia. Recuerdo como tu aroma me causaba ansías por verte, lo cargaba en mi cuerpo y justo al alejarte de mi emanaban para hacerme sentir tu ausencia, eramos jóvenes que ibamos a saber. Un día cesamos de vernos. Con el tiempo mis ansias por verte se hicieron menos, hasta quedar en la forma que hoy ves, recuerdos dulces, hermosos, y aún así persistes, tu aroma permanece, después de tantos años ya de aquello.
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