Nunca en mi vida creí que la luz del día me iba a traer tanta alegría como por estos días. 6am y la luz de la mañana resquebraja el solsticio del invierno. La primavera, esa que nos hicieron asociar con el natalicio de Benito Juárez , bajo un árbol, cuidando un rebaño de ovejas, se apróxima, lejos queda la cortina de oscuridad que cubría el día con su mantel de luto permanente.
A pesar de que amanece hasta debajo de -25 celsius, y el paisaje cubierto de blanco esta, el sol hace de las suyas. La calor no se hace esperar. El hielo se derrite y hacen que dos tres se resbalen pues la nieve derritida se congela tan rápido como se derrite. Las luces fulgaces que se dejan ver en esos momentos, reflejando la luz de Marzo en las ramas de los árboles, domina sobre un persistente invierno, brillan, ciegan a veces. La luz de miles de gotas-estrellas luminosas que disparan rafagas de arcoirises. Se pueden admirar por la carretera, de reojo, al pasar por carro a toda velocidad en la urbe del estress.
Hay que admirar cada gota que cae. Descanso al ver el descenso del invierno cediendo a las temperaturas, se forman riachuelillos por doquier. Son las 7pm ya. La calor se siente en el curso del agua y los charcos. El goteo, que antes eran una entre millones de copos de nieve, se distinguen ahora por su singularidad en libre caida, atraídas por la gravedad de la tierra, transformadas por el rotar del cambio terráqueo: un cambio elipsoidal. La tierra se mueve, se acerca al sol. La eclíptica lejanía ya no más, su ardor se mide por su cercanía al Astro mayor. Las gotas, siguen su descenso y se estrellan, chispostean, alardean: la primavera esta en camino, despertad que nuevos universos abrirse están a vuelta de esquina.
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