Ahora duermes tú y yo escribo para ti. Mis ojos miran las letras que te dedicare, las mismas que use para escribirte ayer antes de irme a dormir y que tú de seguro vistes con tus ojos de la seis de la morning. ¿Te acuerdas? Te hablaba en tonos que los Masones usarían para hablar en secreto, quería que dishilvanaras una prenda oculta, así que ¿qué pasa cuando las palabras no tienen ese secreto que las hacen tan sexy, cuando no tienen ese sex appeal? Porque leer es un acto voyeur.
Mi mayor deseo es escribir sobre la nada, emular el gran espacio de la nada, la chingada diría Octavio Paz. Me consume el deseo de imitar la nada porque eso es todo lo que eso quedará. Quizá es un deseo latente de perdurar, de que el allure yace en la inmortalidad de la nada, porque la nada nunca muere: permanece. Permanecera y yo quiero de alguna manera retornar al lugar de mis origenes: it draws me, in faded memory. Where there is nothingness I shall forever remain. Hay una utopía en la nada.
So acusame de usar palabras trilladas, de reciclar lo antes dicho, de no decir nada nuevo porque rehuso usar nuevas ideas, nuevas imágenes en nuestro parlar entre el sueño y el despertar. No espero respuesta, sería el mejor halago que me pudieses dar, que no me digas nada, tu silencio lo guarderé como el hermitaño guarda su soledad. Y no te lo reprocho.
Lo anticipe, por eso. Es que tu tienes la maña de deshilvar para después hilvar, y francamente cansa que te apropies las palabras tan egoísticamente para después hacer de ellas muªñi-ecos, como payaso de parque con sus globos morfos, un can, una jirafa. Y sé que te viene mal hablar de la nada, te choca, por eso lees buscando, lees queriendo interpretar, no dejas que el texto hable por sí, pero no, te gusta meter las agujas de tu tan hablada aguda percepción para alejar la vista del texto de ti.
¿Ya despertastes?
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