Volví a comprarme una botella de Whisky. Después de dos meses sin probar gota de alcohol, me fuí a la licorería por una, hacía falta, los días lo demandan. Vi la brizna de las nubes merodear el asfalto de las calles por la mañana. A mi encantan los días así, hay una seriedad en esos paisajes que las ventanas de mi departamento en Estocolmo me brindan por estos días; apacigüanme sus lentos pasos (Einstein y su teoría de la relativad, right outside my window) al instante que mis ojos deparan en lo gris de la neblina. El cielo, la brisa, se unen y sólo los árboles, despojados ya de la mayoría de sus hojas, le dan al psique un sentimiento de estar vivo; no alegre, no triste, sino frío y calculador en pequeñas dosis, me torno pensativo. Una vez aparecí en El Mexicano, es que la mariguana me hace pensar, y eso salió en la prensa para la vergüenza de mi familia. Mas ahora sin drogas, mi alma, esa que sabe hablar sin palabras, ni voces en mi mente y que me comunica mil emociones y me hace sentir vivo en un segundo lo que mil botellas de licor y miles de drogas no pueden darme, ve el paso del agua vaporizada.
Caminé entre las miles de ráfagas de agua que mojaban mis mejillas al pasar por esos bancos de cúmulos en la calle de mi dormitorio. La gente no suele saludar ni sonreir cuando se pone así, se les viene a la cara una sombría y desalentadora emoción, yo paso de largo, apresuro el paso, y sudo del calor.
El frío otoñal es cien veces más soportable al frió del invierno, pero que digo, si me gusta que los copos de nieve se derritan en mi careta.
So miro atravéz de la ventana para ver ese misterio albigris, albo, y quiero pasearme por su medio ambiente, eso pienso, más me siento en la computadora.
Soy feliz, pero como todo ser humano también me impactan las otras emociones. Le dije a mi cónyuge el otro día (horas atrás, segundos antes), ustedes las mujeres compiten con la felicidad, siempre quieren presumir que son más felices que las otras.
Realmente no tengo palabras para describir cómo es que la neblina afecta mi temperamento pero muy al contrario de los demás lo disfruto, es alentador para mi, es mi compañera, quizá porque representa la soledad, es un grito, un convite a caminar sólo, es tiempo de uno, es el tiempo preferido del yo, del judío errante.
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