Marcó los números en el teléfono. Se oyó el ruido de la llamada. 3, 4 y nadie contestaba. Por fin. Se escuchó una voz femenina, ¿Aló? Era una voz curiosa, aparentemente no sabía quién llamaba y su intuición femenina no la alarmó. ¿Aló? Se escuchó de nuevo seguido por un ¿quién es?
Marcó de nuevo. ¡¿Quién fregados es!? Está vez era una voz masculina, agresiva, en el fondo se escuchaba un ruido de cuerpo, quizá la mujer anterior, llena de curiosidad, de miedo, la intuición le hacía repasar miles de pensamientos y posibilidades de actitudes anteriores.
Lo único cierto es que aquí se revelará una verdad que afectará la vida de dos personas.
¡Contesten! (¿Cómo supo que eramos dos?) le susurré al oido.
Fue un grito que transcendió el auricular del teléfono y la gente a nuestro alrededor volteó. Se paró un taxi. Una dama elegantisima se bajó, y le dio un billete verde al chofer.
¡Qué quieren! Salió del Nokia azul y se ahogo tan rápido como un balazo bajo agua.
Alzar el velo de la verdad no es fácil, requiere de un esfuerzo psíquico y es más fácil alzarlo si hay una emoción negativa que le brinde una mano para demostrar la falsedad que se quiere ver descubierta.
Él y ella no tenían esas emociones.
Marcaron otra vez. Esta vez sólo se oyó el tráfico de la calle y la voz de un voceador, ¡extra, extra, por fin los agarran!
Qué curioso es el destino ....
¿Bueno? ...
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