Tijuana, he descubierto de reciente, no es la mexicana que se dice ser. Nosotros no podemos ser mexicanos como lo pinta el Estado, como lo ha venido pintando desde antaño por miedo a que los tijuanenses nos volavamos gabachos de Este lado.
¿Baja California soberana?
Se nos dicta nuestra identidad, pero las calles dicen más que discursos políticos. Los sarapes, las cerámicas, los ídolos de los Aztecas del Distrito Federal, de los Mayas de la Lacandona, todos al mejor postor. En Tijuana sabemos vender cultura, por eso los negociantes de las curiosidades hacen su agosto con los gringos comprando sombreros, con nosotros los Xicanos y las camisas con la virgen de Guadalupe, con la cultura afroamericana y las pinturas de velvet ahora famosas, con los japoneses de la segunda guerra mundial, con los judíos del Sara’s, con los Chinos invisibles de nuestra ciudad y por supuesto el bordo, tierra de nadie.
La ilusión de un país tan lejos de nosotros los Tijuanenses como EEUU lo es para los de la capital mexicana.
Muchos dicen que Tijuana no tiene identidad pero esa es una manera fácil de negar la realidad palpante de que en Tijuana somos mexicanos de segunda generación como los hijos de los mexicanos que nacen allá, en el otro lado, lo son.
¿Mexicanos? Politicamente sí, ¿culturalmente? Ni en los sueños más locos de Memín Pinguín.
A Tijuana la Revolución le llegó del otro lado con las tropas del anarquista Flores Magón comandadas por un Galés naturalizado pero de eso el centro no quiere que se enseñe.
Vestirse de charro, usar sarapes y ponchos es cuestión de risas entre Tijuanenses, lo mejor es usar la moda de los morros del otro lado, la cual siempre es más cool.
El gobernador de Baja California ni siquiera es nacido en México.
Concedo que la historia Mexicana es transmitida por lo oral, por las bocas de nuestros padres, por las miradas de nuestras madres por los decires de nuestros ancianos.
Pero insisto, somos segunda generación de Mexicanos porque el mexicanismo nos llega de segunda mano, así como la basura del otro lado que se vende en las tiendas de segunda en Tijuana; lo mexicano es una idea tan extraña que sólo vemos su esplendor en miniatura en Mexicatlán, en las figurinas de yeso empolvados por polvo causado por autos en camino al otro lado.
Mexicano Tijuanense, sí, pero no Mexicano Azteca, ni Maya, ni Olmeca.
Por eso la foto es tan significante, porque la cultura esa es sólo una cosa que se usa en Tijuana para agrandecer la ilusión que más reditos nos deja, pero que una vez ya pasado su uso termina como cualquier otro objeto de moda, arrumbado, porque su significado es tan superficial para nosotros que su simbología, su semiótica, nada, para nada, significa para la verdadera identidad de Tijuana.
Es más yo sería tan radical de sólo decir que soy de Tijuana, Baja California a lo mucho, lo demás que lo averigüen los que quieran saber.
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