El paisaje, la mente de la gente, habla mucho de sí. La locura, lo desquiciado, lo saico esta aquí. Me doy cuenta de ella al caminar por las calles de la ciudad. De repente una voz que habla sola, una voz que demanda del aire una respuesta y un enojo que hace vibrar los intestinos de la gente que logra por accidente recibir el mensaje que iba a una persona imaginaria. Aquí los loquitos se rien solos, caminan con garras llenas de mugre y hacen memorias para otros, sus descuidos nuestras metas, lo opuesto a ello. No sé por qué Tijuana siempre ha sido una ciudad de locos sueltos. El centro siempre ha tenido sus clásicos, de esos que se aparecen al tronar el alba del día y ahí estan, harapientos, sin ningun problema en la vida, olientos a suciedad, repulsión al olfato y visión de lo que es normal. Caminan, y siguen su camino hasta el otro día, en un eterno circulo, ellos, nosotros, la ciudad.
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