27 de noviembre de 2006

Quedito

No cabe duda. Sí eran apenas las 7 de la noche, ni idea del acontecer dentro de las próximas 3 horas. Sí, andaba ganoso, jarioso de un flavio, algo que acentuara el momento.

La reconocí al instante de observar el color de sus vellos. Lucían esa juventud de 21.

Le rocé con mi aliento la circunferencia del ombligo, su estomago, su vientre, palpitando esa vida lejana, jugando, coqueteando con las ínfulas de joven de un cuarentón, sentí pues algo que no puedo tener ya dentro de mi por mucho que penetre el pasado de mis anhelos.

Cansado deje de cazar la juventud, la vi, de lejos, en un mercado, pellizcando unos tomates, ella, cuya aura reflejaba mis ansiados deseos en una sonrisa que me erizó el consciente.

Son de esos deseos que uno busca a diario, así, ella, ahí, delante de mi. En pos, bien cursi acá, me observé, qué vergüenza! cual niño cazando mariposas, dios que pena, en un campo lleno de flores silvestres, en un verano en pleno otoño.

Le hablé, soy casado, sonríe.

La sinceridad es una puerta carnal, un recinto sagrado singular.

Quedé bien, Quedo bien.

Al otro día le mire directo a los ojos, buscando entablar comunicación, ese entrelace que hace de segundos eternidades sinfin.

Cómplices de una felicidad que nadie entiende.


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